En el vasto archivo de momentos inolvidables del fútbol, pocas imágenes son tan icónicas como aquella en la que Franck Ribéry logró driblar a Lionel Messi, un gesto técnico que rápidamente se convirtió en tema de conversación en todo el mundo. Sin embargo, para Ribéry, el revuelo mediático alrededor de ese instante siempre ha sido exagerado, como explicó en una reciente entrevista cargada de humildad y admiración hacia el astro argentino.
“No sé por qué había tanto alboroto en ese momento”, comentó Ribéry con una sonrisa. “Lionel Messi es un atacante, y los atacantes son los jugadores más fáciles de driblar porque no están entrenados en defensa, y ese no es su papel”. Estas palabras, lejos de minimizar su logro, reflejan la claridad con la que el francés analiza la situación. Ribéry, conocido por su agilidad y técnica, entiende que ese enfrentamiento fue más una cuestión de circunstancias que un duelo igualitario entre dos jugadores en sus respectivas áreas de especialidad.
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Pero el extremo francés no dejó pasar la oportunidad de reconocer la grandeza de Messi: “Si los papeles fueran al revés y la pelota estuviera con él, me habría hecho mucho más que eso, como lo hizo con todos los demás”. En estas declaraciones, Ribéry no solo admite la habilidad incomparable de Messi con el balón, sino que también subraya la humildad que define a los grandes jugadores: la capacidad de reconocer la superioridad del otro sin reservas ni falsas pretensiones.
Lo que hace más destacables las palabras de Ribéry es su tono de respeto hacia Messi, a quien considera el mejor jugador en la historia del fútbol: “Al final, es un gran honor y estoy muy feliz de haber regateado al mejor jugador de la historia del fútbol”. Esta declaración, llena de admiración, encapsula lo que muchos sienten al enfrentarse a Messi en el campo: la certeza de estar compartiendo terreno con una leyenda viva.
El gesto técnico de Ribéry aquel día no fue simplemente un regate; fue un recordatorio de que incluso los mejores del mundo pueden ser superados en momentos aislados. Sin embargo, como bien señala Ribéry, lo verdaderamente extraordinario es la constancia y la genialidad con la que Messi ha dominado el juego durante más de una década.
Este momento entre Ribéry y Messi sigue siendo una pieza pequeña pero significativa en la narrativa del fútbol moderno. Para Ribéry, más que un motivo de vanagloria, es una oportunidad para reflexionar sobre el nivel incomparable de un rival que, según sus propias palabras, “habría hecho mucho más”. Y es esta combinación de humildad y respeto lo que convierte a ambos jugadores en verdaderos gigantes del deporte.