En un giro devastador que ha dejado a México en shock, se ha confirmado que Enrique Peña Nieto, el expresidente del país, atraviesa una de las etapas más difíciles de su vida a los 58 años. Fuentes cercanas han revelado que su estado de salud se ha deteriorado drásticamente, marcado por problemas de ansiedad, depresión severa y episodios de pérdida de memoria, lo que ha llevado a su familia a buscar tratamiento psiquiátrico urgente.
Angélica Rivera, su esposa, ha roto el silencio sobre la difícil realidad que enfrenta la familia. En una entrevista privada, compartió que Peña Nieto ha perdido peso considerablemente y sufre de insomnio crónico desde que dejó la presidencia. Los médicos han expresado su preocupación por su bienestar emocional y físico, y han diagnosticado un cuadro de estrés postraumático que se ha intensificado por las presiones políticas y los escándalos que marcaron su administración.
Los hijos de la pareja han sido testigos del cambio drástico en su padre, quien ya no es el carismático líder que fue. La familia ha tenido que adaptarse a una nueva realidad, donde el apoyo emocional se ha vuelto fundamental. Las noches son interrumpidas por pesadillas y momentos de confusión que alarman a sus seres queridos. La vida social del expresidente se ha reducido a encuentros familiares y citas médicas, evitando cualquier exposición pública que pueda desencadenar ataques de ansiedad.
Las revelaciones sobre su estado han generado una ola de especulaciones en los medios, y la decisión de Angélica Rivera de hablar públicamente busca evitar rumores dañinos. La salud del exmandatario, que una vez fue símbolo de poder y carisma, se ha convertido en un tema de conversación angustiante en todo el país. La situación es crítica y la familia enfrenta desafíos que nunca imaginaron, mientras México observa con asombro el trágico desenlace de una figura pública que ha sido parte fundamental de su historia reciente.