¡ESCÁNDALO EN COLOMBIA! El presidente Gustavo Petro ha desatado una tormenta política tras un impactante operativo antinarcóticos que resultó en la incautación de 1.3 toneladas de cocaína camufladas en una cisterna de gas licuado. La operación, llevada a cabo en Pereira, ha revelado no solo un golpe devastador al narcotráfico, sino también un enfrentamiento directo entre Petro y el líder criminal conocido como Iván Mordisco.
En un mensaje cargado de ironía, Petro se dirigió a Mordisco como “Ivancito”, insinuando que su poder se encuentra en declive. “Ya no puede”, afirmó el presidente, sugiriendo que la presión estatal ha debilitado a la estructura criminal que opera bajo el autodenominado Estado Mayor Central. Esta declaración ha encendido el debate sobre la capacidad del narcotráfico para adaptarse y sobrevivir en un entorno hostil.
El cargamento incautado tenía como destino los puertos del Caribe colombiano, desde donde se esperaba que alimentara mercados internacionales de drogas. La conexión entre el narcotráfico, los hidrocarburos y la crisis ambiental fue un tema central en el discurso de Petro, quien advirtió sobre la “droga energética del capital” que comparte similitudes con los estupefacientes ilegales.
Este hallazgo no es solo una victoria para las autoridades, sino un reflejo de la lucha constante contra las redes criminales en Colombia. Petro también abordó la necesidad de desmitificar a líderes como Mordisco, retratándolo no como un revolucionario, sino como un simple narcotraficante, parte de un sistema global de crimen organizado.
Mientras el país observa con atención, la pregunta persiste: ¿será este el inicio de un cambio en la guerra contra el narcotráfico o simplemente un nuevo capítulo en un conflicto que parece interminable? La situación en Colombia es crítica y la batalla por el control del narcotráfico está lejos de concluir. La urgencia de un enfoque integral se hace más evidente que nunca.