Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, ha sido recibido con abucheos y gritos de “¡corrupto!” en su llegada a la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York. Este rechazo público se produce en un momento crítico para su administración, marcada por escándalos de corrupción que involucran a su esposa, Begoña Gómez, y a su hermano, David Sánchez, quienes se enfrentarán a la justicia. La protesta no es casual; coincide con el esfuerzo del gobierno por desviar la atención de estos escándalos.
Además, Sánchez ha anunciado el envío del buque de acción marítima “Furor” de la Armada Española para proteger a la Global Sumut Flotilla, una expedición pro palestina que se dirige a Gaza. Esta decisión ha generado un debate intenso en el ámbito diplomático, ya que nunca antes España había movilizado su Armada para una misión de esta naturaleza. El gobierno argumenta que busca garantizar la seguridad de los españoles involucrados y de los 45 países que apoyan la flotilla. Sin embargo, la medida podría tensar las relaciones con Israel, que ha advertido sobre posibles detenciones de quienes participen en la misión.
Sánchez, en un intento de proyectar una imagen de firmeza y compromiso humanitario, ha visto su visita a Nueva York empañada por los abucheos y la controversia internacional que su decisión puede acarrear. En un contexto de creciente tensión en Gaza, el mandatario español se enfrenta a un desafío monumental, tanto en el ámbito interno como externo. La atención se centra ahora en cómo esta situación afectará su ya tambaleante mandato.
