La tensión estalló en el Congreso argentino cuando la diputada Bregman fue acusada de incitar a la violencia por su colega Lemoine, desatando un cruce de acusaciones que dejó a todos los presentes en estado de alerta. En un ambiente cargado de controversia, Lemoine, visiblemente agitado, se dirigió a sus oponentes, instándolos a asumir la responsabilidad por el clima de hostilidad que se vive en las inmediaciones del edificio legislativo. “Ustedes no son el gobierno”, declaró con firmeza, mientras el eco de sus palabras resonaba en la sala.

La diputada, en un intento por desviar las críticas, acusó a sus opositores de generar un “circo ridículo” en el que los militantes de izquierda serían responsables de la violencia que se ha desatado en las calles. “Los hago responsables de toda la violencia que estamos viviendo”, afirmó Lemoine, quien no se contuvo al calificar la situación de “provocación permanente”.

El ambiente era electrizante. Los gritos y las consignas de los militantes afuera se filtraban a través de las ventanas del Congreso, creando un telón de fondo caótico a las declaraciones de los legisladores. Mientras la diputada continuaba su discurso, la tensión entre los partidos se hacía palpable, con cada palabra lanzada como un dardo envenenado.

Lemoine también hizo un llamado a la calma, sugiriendo que los diputados de la izquierda fueran testigos de cómo sus seguidores lo trataban, evidenciando la división creciente entre las facciones políticas. “No podemos ceder al terrorismo”, insistió, enfatizando que su preocupación principal eran los derechos de los ciudadanos y la protección de su compañero, quien se encuentra en un estado crítico de salud.

La escena era un reflejo de la polarización que atraviesa al país, donde la lucha por el poder se intensifica y los ecos de la violencia se hacen cada vez más claros. En este contexto, la convocatoria de Lemoine a la unidad y a la racionalidad parece un eco lejano en un escenario marcado por el espectáculo y la confrontación. La jornada en el Congreso se convirtió en un escenario dramático donde las palabras tienen el poder de encender pasiones y, quizás, desencadenar consecuencias imprevisibles.