Tensión y complicaciones marcan la última noche en Chile antes de cruzar por el Paso San Francisco. Los viajeros que se preparan para la travesía enfrentan un clima adverso y la incertidumbre de un cruce inminente. En medio de un camino empinado y resbaladizo, uno de los viajeros relata su experiencia mientras busca un lugar seguro para pasar la noche en Bahía Inglesa, un destino elegido por su tranquilidad en contraste con la peligrosa noche anterior en la mina San José.
La situación se complica aún más con temblores reportados en la zona, lo que añade un nivel extra de tensión entre los viajeros. La necesidad de avanzar es urgente, ya que el paso sólo abre los martes y viernes, y cualquier retraso podría significar una espera prolongada. Con 528 kilómetros por delante, la presión aumenta mientras el viajero se prepara para un largo y arduo trayecto hacia Argentina.
Los relatos de encuentros fortuitos con otros viajeros, como una pareja brasileño-argentina, aportan un toque humano a la travesía, pero la preocupación por el clima y el estado de la ruta persiste. La noche se convierte en un desafío, con temperaturas que descienden y la amenaza de que el agua del radiador se congele. La incertidumbre se apodera del ambiente: ¿podrá el vehículo arrancar por la mañana? ¿Sobrevivirán a las gélidas temperaturas nocturnas?
A medida que el viajero se enfrenta a la dura realidad de su aventura, el tiempo se convierte en su enemigo. Con la aduana a la vista, la esperanza se mezcla con el temor. La pregunta que todos se hacen es si lograrán cruzar el Paso San Francisco antes de que sea demasiado tarde. La travesía apenas comienza, y el frío viento de la cordillera ya anuncia que la noche será larga y peligrosa.