En un giro inesperado que sacude el mundo del espectáculo y la política, la periodista kirchnerista Julia Mengolini se encuentra atrapada en un escándalo de rumores que amenaza su reputación y la de su familia. Tras haber burlado y viralizado un rumor sobre el supuesto enamoramiento de Miley con su hermana, ahora enfrenta una acusación aún más oscura: una relación incestuosa con su propio hermano. La ironía es palpable: lo que comenzó como una risa desmedida se ha convertido en un boomerang devastador.
Mengolini, quien disfrutó amplificando rumores ajenos, ahora clama por censura y justicia. “Llegaron demasiado lejos”, exclamó, mientras sus redes sociales se llenan de ataques que nunca imaginó recibir. La periodista, que se reía sin piedad de otros, ahora se enfrenta a una tormenta de críticas y especulaciones que la obligan a cerrar su Instagram y considerar acciones legales. La doble moral del chisme se ha vuelto contra ella, y la pregunta resuena: ¿puede una figura pública exigir respeto cuando ella misma ha alimentado el fuego de la difamación?
En medio de este caos, su abogado propone un contraataque intelectual, sugiriendo que no se calle ante la adversidad. Sin embargo, Mengolini parece vacilar entre la defensa y el silencio, atrapada en su propia trampa. Mientras el público observa con morbo, se abre un debate sobre la ética del rumor y la responsabilidad de quienes lo propagan. La situación se vuelve más tensa a medida que la línea entre víctima y victimario se difumina, dejando a la audiencia preguntándose: ¿es Mengolini una víctima de su propia creación?
El escándalo apenas comienza, y el eco de los rumores sigue resonando. La pregunta que todos se hacen es si el karma digital finalmente ha llegado para Mengolini. La historia está lejos de terminar, y la presión por respuestas crece.