Lanzarote se encuentra en el epicentro de la indignación social a medida que la llegada del presidente Pedro Sánchez para sus vacaciones de lujo desata un verdadero caos en la isla. Este fin de semana, Sánchez aterriza en Lanzarote, pero su presencia ha desencadenado una ola de protestas entre los residentes que claman por atención a la crisis que atraviesa el archipiélago.
Los lanzaroteños están furiosos por el desmedido despliegue de seguridad que acompaña al presidente, que incluye la llegada del Falcon y furgonetas blindadas que han bloqueado zonas enteras. Mientras Sánchez se recluye en la opulenta residencia de Mareta, un búnker de lujo con helipuerto y piscinas privadas, los vecinos de Teguise se ven obligados a interrumpir su vida cotidiana. “No podemos hacer vida normal durante su estancia”, denuncian, mientras enfrentan cortes de agua y alquileres inasumibles.
La desconexión del presidente con la realidad social de Canarias es más evidente que nunca. En medio de una emergencia migratoria, una crisis habitacional y un colapso sanitario, la comunidad se siente ignorada. “Aquí no hay vacaciones, hay emergencia”, afirman los residentes, que exigen que Sánchez enfrente los problemas que afectan a su hogar.
Coalición Canaria critica la actitud del presidente, subrayando que “no representa a Canarias” y que su gestión es un reflejo de desconexión total. Los canarios han dicho basta, y la situación se torna insostenible. Este año, las vacaciones de Pedro Sánchez se complican, ya que la indignación de los lanzaroteños se convierte en un clamor por justicia y atención. La isla no se puede seguir utilizando como un refugio blindado mientras sus habitantes lidian con el caos. La presión aumenta, y el tiempo de la indiferencia ha terminado.